Breve -muy breve- conquista de los españoles
Hernando de Soto y Pedro del Barco regresaron con el oro del rescate y de camino encontraron a un grupo de indios que habían hecho prisionero a Huáscar, el inca legítimo, quién ofreció a los españoles un rescate más importante que el prometido por su hermano Atahualpa. Al enterarse, Atahualpa lo hizo asesinar.
A la llegada del tesoro a Cajamarca, Pizarro lo repartió entre sus hombres y la Corona: Hernando Pizarro llevaría un quinto de las riquezas al rey de España. Pizarro había dejado a Atahualpa en una semi libertad. El inca continuaba dando órdenes para la buena marcha de su imperio, aunque rumores alarmantes circulaban sobre la preparación de una rebelión.
Unos generales incas, entre ellos el hermano de Atahualpa, Titi Atauchi, preparaban el ataque a Cajamarca. Atahualpa fue juzgado culpable de traición y de haber hecho asesinar a su hermano Huáscar, el inca legítimo, y a los miembros de su familia, así como de haber exterminado a sus enemigos y haber practicado la idolatría. Fue condenado a muerte. Pizarro aceptó de mala gana la sentencia, aunque dio a Atahualpa la posibilidad de “salvar su alma”, bautizándose antes de ser ahorcado. Su cuerpo fue inhumado en la iglesia de San Francisco al día siguiente.
Con la muerte del inca, el imperio se disgregó totalmente en proceso de anarquía y rebelión por parte de los pueblos sometidos. Para evitar el caos, Pizarro decidió nombrar un nuevo inca, un hermano de Huáscar y de Atahualpa, Titi Cussi Hualpa Yupanqui, y decidió marchar sobre Cuzco, la capital del Imperio. A las puertas de la capital recibió el apoyo de los indios fieles a Huáscar y el 15 de noviembre de 1532 los españoles entraban en Cuzco.
Manco sucedió a su hermano, que acababa de morir, y fue bautizado. Con la cristianización del inca comenzó la de todo el imperio. Sobre las ruinas de la capital se edificaron iglesias y residencias españolas. Se fundó la nueva capital del virreinato del Perú, Ciudad de los Reyes-actual Lima-, en enero de 1536. Situado cerca del mar, próxima al puerto de Callao, la nueva capital se encontraba en un entorno más favorable geográfica y políticamente. Nuevos colonos llegaron, acelerando la implantación de españoles en Perú.
Durante los primeros meses de 1536, Hernando, Gonzalo y Juan Pizarro permanecieron en Cuzco. El inca Manco, queriendo restaurar el imperio, preparaba una revuelta: envió emisarios por todo el antiguo imperio, llamando a la movilización general. Rápidamente, Cuzco y Lima fueron sitiadas. Francisco Pizarro envió entonces sus navíos a recuperar las tropas españolas dispersas por la costa, solicitando refuerzos desde México, Panamá, Santo Domingo, Nicaragua y Guatemala.
En el curso de un enfrentamiento, el general inca Tempangui murió y el sitio de Lima cayó. Inmediatamente, Pizarro marchó sobre Cuzco y después de numerosas batallas los españoles llegaron a entrar victoriosos en la antigua capital, ayudados por Almagro, que volvía de una expedición desafortunada a Chile. Bajo su mando, los españoles terminaron rápidamente con la resistencia de Manco, que se refugió en las regiones montañosas de Vilcabamba.
Pizarro cenó la noche de la batalla de Cajamarca con el emperador caído, asegurándose que no había nada que temer, y días más tarde, Atahualpa ofreció a Pizarro una gran cantidad de oro a cambio de su libertad. Sin embargo, este fue ejecutado y con esto se dio fin al gran imperio Incaico.
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